miércoles, 25 de enero de 2012

Vuelven los mercaderes del odio...

Durante la tarde de ayer en un conclave la derecha religiosa del país expresó varias preocupaciones e “ideas” de cara al proceso eleccionario que se avecina. Luego de leer sus palabras no puedo hacer otra cosa que denunciar nuevamente la agenda discriminatoria, excluyente y retrograda que gran parte del movimiento religioso del país continúa llevando contra quienes somos, creemos, sentimos y amamos diferente a ellos.

Las expresiones del 'obispo' Felipe Lozada respaldando la intromisión de la iglesia en el Estado a fin de "seguir denunciando el pecado y anunciando el evangelio" es una clara violación constitucional y un atentado más que hacen estos mercaderes del odio contra el amor y la inclusión social que nos caracteriza como pueblo.

A su voz se unió el pastor Héctor Soto; quien nos pretende inculcar una conciencia “iluminada por el evangelio” a fin de obtener “un camino diferente”. Las expresiones de uno como del otro violan el artículo dos sección tres de nuestra constitución y la primera enmienda a la constitución de EEUU. Sus palabras están salvaguardadas por la libertad de expresión pero su intención de imponerlas al resto de la sociedad (quienes no necesariamente pensamos como ellos) no son permisibles y merecen nuestro más ferviente repudio.

Como ciudadano respetuoso y que cree fielmente en la democracia que nos gobierna es obvio que respeto y respaldo la libertad de culto, palabra y conciencia pero también tengo en alta estima la más amplia separación entre el Estado y la iglesia a fin de mantener los mismos derechos tanto para unos como para otros.

Creo sinceramente en que todos los sectores de la sociedad pueden y deben ser parte de la agenda de patria. Esto porque todos los sectores representan a un grupo determinado de ciudadanos con ideas tan diversas como sus miembros pero ello no puede ir en detrimento de cualquier otro grupo de la sociedad.

Como hemos dicho en el pasado: no pretendemos que los religiosos mantengan silencio, lo que pretendemos es que sus imposiciones morales las dejen para quienes van a sus iglesias. A fin de cuentas es a sus feligreses a quienes les importan. Si a nosotros nos interesaran también iríamos a sus iglesias.