No es la
primera vez que un obispo de Roma abdica y mucho menos en momentos tan
delicados como los que vive la Iglesia Católica ahora. Benedicto 16 recibió una
iglesia en decadencia y ha sido poco lo que ha hecho por levantarla.
Mancillada por los innumerables casos de
pederastia a nivel mundial la iglesia cristiana con mayor cantidad de adeptos tiene mucho por hacer y ha demostrado tener
poca o ninguna intención de llevar a cabo un proceso de introspección en donde
no solo se lleven a justo término dichos casos sino que se auto evalúe a fin de
ser una iglesia que, sin claudicar en sus postulados cristianas, sea una
atemperada a los tiempos y que responda a las necesidades particulares de cada
diócesis.
No podemos
ser hipócritas. La cabeza visible de la iglesia católica es uno de los papas
menos amados de toda la historia. Son
muchos los que lo ven, aun con todos los años que han pasado, como representante
claro del pensamiento nazista. Si a esto le sumamos que son pocos los lideres
diplomáticos que han optado por mantener una relación seria con él nos damos
cuenta que ni a nivel religioso ni a nivel político el jefe de estado vaticano
ha tenido buena aceptación.
Vale reconocer que con esta renuncia la iglesia católica tiene, nuevamente y esperamos
no la deje perder, una excelente oportunidad que pocas veces llega para ser
autocríticos y de forma seria y responsable analizar las razones por las cuales
ha perdido seguidores y cómo pueden recobrar la credibilidad que en algún
momento tuvieron.
Espero que
el próximo papa sea uno de visión amplia; que a diferencia de Benedicto 16
tenga un poco más de fuerza moral para hablar; que sienta lo que su iglesia
siente aunque eso lo haga vivir más tiempo fuera de Roma; que entienda que
todas las iglesias existen por sus feligreses y no por sus propios atributos.
Si en
realidad la iglesia católica entiende el momento por el que está pasando no
creo que tenga problema en dejar de ser una iglesia del Medioevo y volverse una
iglesia del sigo 21.