miércoles, 19 de septiembre de 2012

Amemos para que nos amen

Esta mañana vi un video que honestamente hizo que se me aguaran los ojos. Ver el progreso de la gestación siempre es un momento que nos llena de esperanza a todos y todas. Supongo que es porque vemos en ese futuro ser humano un hálito de vida que confiamos cambiará el mundo con brillantes ideas.

  Nos ponemos a cavilar sobre cómo será ese futuro niño o niña, que talentos tendrá, color de piel, ojos y demás detalles que resultarán ser su “trademark” que hará de ese ser humano uno único. Al momento de pensar en su forma de ser, llegamos a la conclusión que como padres tendremos en nuestras manos gran parte de la responsabilidad de moldear ese carácter a fin de que, aun con su carácter innato, nuestra hija o hijo sea un adulto de bien con las herramientas que nosotros le brindemos.

Y este es el punto al que quería llegar. Como padres y madres tenemos la responsabilidad de criar a nuestros hijos de la mejor manera posible. Cumpliendo con la ley, nuestros valores y estilos de vida. Todo esto velando por el mejor bienestar del menor y pretendiendo su pleno desarrollo de forma integral. Como adultos, más allá de nuestro status parental, estamos convocados a servir de ejemplo a futuras generaciones.

  Es harta conocida la desfase que existe entre la educación y crianza que le estamos dando a nuestros niños versus el futuro que queremos para ellos y nosotros mismos. Es por ello que tenemos que reevaluar nuestros postulados como padres y madres, nuestros métodos de enseñanza (tanto dentro como fuera del hogar), nuestras prioridades, etcétera.

  Ya es hora de que seamos realistas con la sociedad y con nosotros mismos, poniendo “los puntos sobre las íes” aceptemos que hay algo que está mal y que somos nosotros los únicos que tenemos la responsabilidad y la posibilidad de enmendar nuestro presente y futuro.

Comencemos por respetarnos a nosotros mismos y así daremos el primer paso hacia el respeto a los demás. Miremos a nuestro alrededor y reconozcamos sin miedo que somos diferentes los unos de los otros pero que nuestros derechos, como nuestras responsabilidades, tienen que ser iguales aun dentro de esa diversidad hermosa que nos hace únicos y especiales.

Miremos al otro con la misma humanidad que queremos ser vistos y antes de juzgar a otro, quítese sus zapatos y vistiendo el calzado del otro camine junto a él o ella. Luego, cuando ya halla caminado lo suficiente para comprender su dolor, reevalúe sus prejuicios.

Del universo conocido solo tenemos un planeta para vivir, es grande, pero no lo suficiente como para tanta diferencia, odio, rechazo y maltrato.

Amemos para que nos amen.

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