martes, 1 de septiembre de 2015

La crisis económica y los religiosos

Cada vez que escucho o leo al movimiento religioso en el país hablar sobre la precaria situación fiscal del erario, la deuda y las políticas públicas económicas para trabajar con dichos temas me da un coraje que es difícil de explicar, y disimular ni les digo. Ayer la Coalición Ecuménica e Interreligiosa de Puerto Rico pidió un "jubileo" para que no haya "políticas de austeridad que afecten a las personas y familias pobres" además de un "alivio a la deuda" para que se mantenga en "niveles sostenibles"; pidieron "transparencia" entre otras cosas.

En nuestro país, por más de cinco siglos, las iglesias han gozado de un trato exclusivo. Desde la otorgación de tierras y otros bienes públicos por un precio nominal de centavos hasta exenciones contributivas y tarifas especiales en utilidades como agua y servicio eléctrico. 

Esto fue así porque se entendió que las iglesias, en el cumplimiento de su deber “ministerial”, prestarían servicios que al Estado se le haría difícil o prácticamente imposible prestar. Ciertamente en algún momento esa premisa hacía lógica y estaba fundada en una cierta realidad. El tiempo nos ha demostrado que en la actualidad esa idea es por lo menos mítica. 

A estas alturas esos beneficios no solo se han vuelto una carga insostenible para el país sino que han sido utilizados por los movimientos religiosos para exigir tratos aún más preferentes en la política pública establecida por el oficialismo.

Si bien es cierto que existen ministros, y ministerios, que se sacan el pan de la boca para dárselo al pobre no es menos cierto que en nuestra patria los servicios que la mayoría de las instituciones religiosas prestan a la sociedad, si alguno, no justifican tales beneficios.

Con su oposición a aportar al fisco, abrir sus libros financieros y demás artimañas utilizadas para mantener su hegemonía lo que demuestran es que acciones como la de ayer sean hipócritas, desacertadas e irresponsables.  

No se trata de persecución ni “cristianofobia” como algunos llaman. Se trata de que todos aportemos al país desde nuestras diferentes posiciones. Es bien fácil exigir a otros lo que no estamos dispuestos a dar. Sobre todo cuando se hace desde la comodidad de la inmunidad económica.

Si el sector religioso en realidad quiere aportar a la crisis económica que tanto daño le hace a nuestro Puerto Rico el camino es enrollarse las mangas y hacer una de dos cosas: cumplir con su labor y trabajar para que el Estado no gaste en servicios o soltar los estrambóticos y absurdos beneficios y comenzar a aportar dinero; y si pueden hacer las dos, mejor.



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