Cada vez que
escucho o leo al movimiento religioso en el país hablar sobre la precaria
situación fiscal del erario, la deuda y las políticas públicas económicas para
trabajar con dichos temas me da un coraje que es difícil de explicar, y
disimular ni les digo. Ayer la Coalición Ecuménica e Interreligiosa de Puerto Rico pidió un
"jubileo" para que no haya "políticas de austeridad que afecten
a las personas y familias pobres" además de un "alivio a la
deuda" para que se mantenga en "niveles sostenibles"; pidieron
"transparencia" entre otras cosas.
En nuestro país,
por más de cinco siglos, las iglesias han gozado de un trato exclusivo. Desde
la otorgación de tierras y otros bienes públicos por un precio nominal de
centavos hasta exenciones contributivas y tarifas especiales en utilidades como
agua y servicio eléctrico.
Esto fue así
porque se entendió que las iglesias, en el cumplimiento de su deber
“ministerial”, prestarían servicios que al Estado se le haría difícil o
prácticamente imposible prestar. Ciertamente en algún momento esa premisa hacía
lógica y estaba fundada en una cierta realidad. El tiempo nos ha demostrado que
en la actualidad esa idea es por lo menos mítica.
A estas alturas
esos beneficios no solo se han vuelto una carga insostenible para el país sino
que han sido utilizados por los movimientos religiosos para exigir tratos aún
más preferentes en la política pública establecida por el oficialismo.
Si bien es
cierto que existen ministros, y ministerios, que se sacan el pan de la boca
para dárselo al pobre no es menos cierto que en nuestra patria los servicios
que la mayoría de las instituciones religiosas prestan a la sociedad, si
alguno, no justifican tales beneficios.
Con su oposición
a aportar al fisco, abrir sus libros financieros y demás artimañas utilizadas
para mantener su hegemonía lo que demuestran es que acciones como la de ayer
sean hipócritas, desacertadas e irresponsables.
No se trata de
persecución ni “cristianofobia” como algunos llaman. Se trata de que todos
aportemos al país desde nuestras diferentes posiciones. Es bien fácil exigir a
otros lo que no estamos dispuestos a dar. Sobre todo cuando se hace desde la
comodidad de la inmunidad económica.
Si el sector
religioso en realidad quiere aportar a la crisis económica que tanto daño le
hace a nuestro Puerto Rico el camino es enrollarse las mangas y hacer una de
dos cosas: cumplir con su labor y trabajar para que el Estado no gaste en
servicios o soltar los estrambóticos y absurdos beneficios y comenzar a aportar
dinero; y si pueden hacer las dos, mejor.
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