En una ocasión un periodista me pregunto que porque yo me ofendía si me decían la palabra vulgar para referirse a un gay (la cual no repetiré). A lo que le conteste “¿Cómo te sentirías tú si te gritan cab…ón en la calle? ¿Cómo te sentirías tu si a tu esposa le gritan pu…a en la calle? Te ofenderías verdad; porque no lo son. Igualmente las palabras homofóbicas promueven la violencia.”
Aunque muchas personan me lo han dicho y repetido no me han convencido ni me convencerán jamás: utilizar palabras denigrantes, humillantes y despectivas para referirse a los que somos parte de las comunidades lésbica, gay, bisexual y trangénero (LGBT) siempre fue, es y seguirá siendo un INSULTO. Tenemos que tener meridianamente claro que cada expresión homofóbica atenta contra la seguridad, vida y propiedad, no solo de la persona a quien va dirigida, sino que también pone en peligro a toda una parte de la sociedad que vive como ciudadanos de segunda categoría. Las palabras homofóbicas atentan contra dos de los derechos más valiosos que tenemos todos, salvaguardados como derechos constitucionales: el derecho a la intimidad y al disfrute de la felicidad.
Estos dos derechos de todos y todas van primero que la opinión particular de cada cual en relación a las comunidades LGBT. La violencia por razón de orientación sexual o identidad de género no son solamente los asesinatos, golpizas, secuestros, violaciones, etc. Las palabras, aun cuando estén en el diccionario y muchos las utilicen, no van acorde con nuestro estado de derecho y son una afrenta a la humana dignidad que tenemos todos y todas por el mero hecho de ser seres humanos.
Continuemos luchando por erradicar de nuestros respectivos vocabularios, familias, amigos y sociedad todas esas palabras que nos ofenden, maltratan y pretenden promover un clima de odio y violencia.
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