El pasado 30 de junio de 2010 la Policía de Puerto Rico, comandada por el ex gobernador Luis G. Fortuño, emprendió contra la sociedad civil en el ala norte del Capitolio. Ese fue el pan nuestro de cada día durante el pasado cuatrienio. La administración pasada coartaba nuestras libertades de la misma manera en que no reconocía nuestros derechos, tanto colectivos como individuales.
Allí los
golpes, el “pepper spray”, los empujones, las humillaciones y los vituperios
nos tocaron a todos los que estábamos manifestándonos libre y pacíficamente; un
derecho que nuestras dos constituciones nos permiten.
La policía arremetió
a todos por igual: mujeres embarazadas, niños, estudiantes, profesores y a
cualquiera que se le parase de frente.
Quienes
vivimos tan lamentable incidente jamás olvidaremos la brutalidad con la que
fuimos sacados a patadas, literalmente. La policía hizo uso indebido de la
fuerza y gracias a ello, y muchos otros hechos como este, ha llegado al
descredito que tiene.
No quiero
decir que todos los policías son como los salvajes que abusaron de su poder y
la fuerza aquel treinta de junio, claro está que no. La Policía de Puerto Rico
tiene buenos y honrados policías que le hacen honor a su placa y su uniforme. Policías
que arriesgan su vida a diario para brindarnos a todos la seguridad, más o
menos que tengamos, y hacer cumplir la ley.
No podemos
olvidar para así no volver a repetir los mismos errores del pasado. Mantengamos
en nuestra memoria estos lamentables incidentes para que nunca más se vuelvan a
repetir.
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