miércoles, 17 de febrero de 2016

Los políticos y la fe


Practicar la religión de su preferencia es un hecho tan individual como su afiliación política. Cuando hablamos de derechos humano y civiles, nadie puede pretender que alguien, tan siquiera una sola persona, viva o crea algo por el simple hecho de que la mayoría sí lo cree o lo vive. La mayoría de las personas, y me incluyo porque fui parte de ese grupo, nacimos dentro de una religión.  En mi caso nací y me crié dentro del cristianismo. Específicamente dentro de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en Puerto Rico.

Luego de un proceso de introspección, decidí abandonar dicha comunidad de fe ya que no  representaba mis creencias y continuar en ella era traicionar mi conciencia e ideales. Así las cosas desde ese momento y hasta la actualidad soy una persona no creyente, humanista y fiel laicista.  Ahora bien, no todo el mundo es como yo y lo respeto.

Todos somos libres de creer o no creer de acuerdo a lo que nos dicta nuestra conciencia; es un derecho humano y el actual estado de derecho dentro de nuestra democracia. Quienes trabajamos y vivimos la política caminamos en una fina cuerda entre nuestra creencia religiosa, o ausencia de tal, y la demagogia.

Durante décadas hemos visto como muchos de nuestros políticos resbalan de la cuerda y caen en el pozo de la demagogia con la única intención de pescar votos en río revuelto. Traicionando así sus principios y en muchos de los casos los ideales de los partidos en los que militan.

Pero si algo tenemos que tener claro es que no todos los políticos son iguales. Dentro de la amalgama de “incumbentes” y candidatos tenemos un gran número de individuos que, si bien profesan un dogma en particular o viven dentro del sincretismo religioso que tanto abunda en nuestro país, tienen bien claro que la fe, como la afiliación política, es un hecho totalmente natural y a la vez individual del ser humano y por lo tanto respetan la separación de iglesia y Estado y todo lo que ello conlleva.

No podemos juzgar a nadie por su creencia religiosa, al hacerlo nos volvemos tan fanáticos como a los que tanto hemos criticado por imponer su fe y estilo de vida a la mayoría. Más aún cuando dentro de nuestra política y sociedad tenemos líderes religiosos que han sabido distanciarse de su dogma porque han entendido que los derechos humanos y civiles van por encima del individualismo arcaico que predican y viven algunos sátrapas religiosos.

Nuestra responsabilidad es analizar el historial y las propuestas de todos y cada uno de las personas que veremos en la papeleta y a base de eso poder ejercer nuestro derecho al voto de manera educada.

 

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