Practicar la religión
de su preferencia es un hecho tan individual como su afiliación política. Cuando hablamos de derechos humano y civiles, nadie puede pretender que alguien, tan siquiera una sola persona, viva o crea algo por el simple hecho de que la mayoría sí lo cree o lo vive. La mayoría
de las personas, y me incluyo porque fui parte de ese grupo, nacimos dentro de
una religión. En mi caso nací y me crié
dentro del cristianismo. Específicamente dentro de la Iglesia Cristiana (Discípulos
de Cristo) en Puerto Rico.
Luego de un proceso
de introspección, decidí abandonar dicha comunidad de fe ya que no representaba mis creencias y continuar en ella
era traicionar mi conciencia e ideales. Así las cosas desde ese momento y hasta
la actualidad soy una persona no creyente, humanista y fiel laicista. Ahora bien, no todo el mundo es como yo y lo
respeto.
Todos somos libres de
creer o no creer de acuerdo a lo que nos dicta nuestra conciencia; es un derecho
humano y el actual estado de derecho dentro de nuestra democracia. Quienes
trabajamos y vivimos la política caminamos en una fina cuerda entre nuestra
creencia religiosa, o ausencia de tal, y la demagogia.
Durante décadas hemos
visto como muchos de nuestros políticos resbalan de la cuerda y caen en el pozo
de la demagogia con la única intención de pescar votos en río revuelto. Traicionando
así sus principios y en muchos de los casos los ideales de los partidos en los
que militan.
Pero si algo tenemos
que tener claro es que no todos los políticos son iguales. Dentro de la
amalgama de “incumbentes” y candidatos tenemos un gran número de individuos que,
si bien profesan un dogma en particular o viven dentro del sincretismo
religioso que tanto abunda en nuestro país, tienen bien claro que la fe, como
la afiliación política, es un hecho totalmente natural y a la vez individual
del ser humano y por lo tanto respetan la separación de iglesia y Estado y todo
lo que ello conlleva.
No podemos juzgar a
nadie por su creencia religiosa, al hacerlo nos volvemos tan fanáticos como a
los que tanto hemos criticado por imponer su fe y estilo de vida a la mayoría. Más
aún cuando dentro de nuestra política y sociedad tenemos líderes religiosos que
han sabido distanciarse de su dogma porque han entendido que los derechos
humanos y civiles van por encima del individualismo arcaico que predican y
viven algunos sátrapas religiosos.
Nuestra
responsabilidad es analizar el historial y las propuestas de todos y cada uno
de las personas que veremos en la papeleta y a base de eso poder ejercer
nuestro derecho al voto de manera educada.
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